Los jóvenes de entre 18-25 años conforman el grupo de edad que más ha crecido en España en relación con las apuestas y los juegos de azar. El bombardeo constante de publicidad y la inexistencia de políticas de aviso sobre los riesgos que conlleva el juego son los dos principios fundamentales en los que se asienta este sector.
Transcurría una agradable tarde de primavera en la ciudad de Zaragoza. Los niños jugaban y los mayores disfrutaban de largos paseos acompañados del sol, la tarde no había hecho más que empezar. En un momento dado me fijo en dos chicos jóvenes entrando a un salón de juego y apuestas. Me quedo parado por un instante, contemplando el letrero iluminado situado en la pared exterior, y es entonces cuando siento un impulso. La curiosidad me invade y decido seguir a esos chicos para descubrir por qué hay tantos locales como este repartidos por toda la ciudad, y, en particular, en los barrios más humildes.
Cruzo la puerta y un sonido de timbre indica que alguien acaba de llegar. “Hola, buenas tardes. ¿Me dejas tu DNI?”. No había dudas, se referían a mí. “Sí, toma”, le dije mientras lo sacaba de mi cartera. La joven trabajadora, de unos treinta años, se asegura de que soy mayor de edad y me lo devuelve: “perfecto, muchas gracias. ¿Vas a jugar a la ruletica?”, a lo que respondo, algo dubitativo, que sí. “Vale, pues mira te voy a hacer la tarjeta de aquí para que puedas participar en los sorteos. Me firmas este papel y ahora mismo te la doy, ¿vale?”. Entretanto, intentando actuar con normalidad, sigo sus indicaciones y echo una mirada general al espacio en el que acababa de adentrarme.
Tres máquinas de apuestas deportivas a mi espalda; dos más a mi derecha; los servicios a mi izquierda; y un mostrador enorme que se asemeja bastante a una barra de bar al frente. “Pasa por ahí y te llevo al módulo la tarjeta si quieres”. La luz se hace algo más tenue y una mezcla de sonidos emerge desde distintos puntos de la sala. Las máquinas tragaperras, la ruleta, un ligero murmullo y una música de fondo son las culpables de ello. Justo en el centro se encuentra la popular ruleta electrónica, a la que el propio camino te aboca sin ni siquiera quererlo. Alrededor, un montón de máquinas tragaperras -distintas entre sí- se disponen formando un espacio atractivo para el jugador, pero que termina generando una burbuja de aislamiento y frialdad. Observo un pequeño espacio que alberga una puerta para que los trabajadores puedan cruzar de una zona a otra, y, justo al lado, una máquina para cambiar de monedas a billetes. Una televisión desde la que se pueden seguir los sorteos del salón, completa esta zona. PARA LEER NOTICIA COMPLETA HACER CLICK AQUÍ. PUBLICADO POR Diego Pinilla EN EL SALTO DIARIO EL 18/10/2021.
No hay comentarios:
Publicar un comentario